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lunes, 7 de febrero de 2011

“La vida interior"

Por Joyce Meyer


Debemos permitirle a Dios que habite en nuestro ser interior por completo, obrando a través de su fuerza divina, la cual entró a nuestro espíritu cuando nos salvó, haciéndose Él único dueño.

Que su adorno sea, "... el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios".
(1 Pedro 3:4)

Nuestra vida tiene dos áreas la exterior y la interior. El aspecto exterior tiene que ver con nuestra reputación frente a otras personas. El interior refleja nuestra reputación con Dios. Tenemos que prestar más atención a lo que sucede interiormente. Los pensamientos, las actitudes, los motivos, Y los deseos -todas estas cosas son importantes para el Señor. Según Dios, la persona interior es la verdadera. Un cristiano realmente poderoso es uno que tiene el corazón puro, dedicado por completo a Dios. Nuestra vida interior consiste en el alma y el espíritu. Nuestro espíritu es habitado por el Espíritu Santo al nacer de nuevo. La voluntad de Dios su deseo para nosotros es que busquemos al Espíritu Santo y que permitamos que Él habite en nuestro interior. Nuestra alma controla la mente, la voluntad, y nuestras emociones. Nuestro espíritu, junto con el Espíritu Santo, tiene las funciones de la conciencia, la intuición, y la comunión con Dios. Debemos permitirle a Dios que habite en nuestro ser interior por completo, obrando a través de su fuerza divina, la cual entró a nuestro espíritu cuando nos salvó, haciéndose Él único dueño. Te desafío a ser responsable con tu vida interior.

En su presencia hay plenitud de gozo.
“En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmo 16.11)

Hay muchos beneficios maravillosos en el simple hecho de pasar tiempo con Dios. La presencia de Dios todo el tiempo está con nosotros, pero no la reconocemos siempre, y a veces no tomamos el tiempo para estar conscientes de ella.
Parece que hay una gran falta de contentamiento, no solamente en el mundo secular, sino también en el pueblo de Dios. Muchas personas pasan su vida, tratando de conseguir cosas, cuando no hay nada que nos mantenga satisfechos excepto Dios mismo.
Cuando alguien nos está satisfecho interiormente, casi siempre busca algo exterior para satisfacer su hambre. Termina en una búsqueda inútil que no puede llenar el vacío que tiene por dentro.
Hemos escuchado decir que muchas personas pasan su vida la escalera del éxito, para encontrar cuando llegan, ¡que la escalera descansaba sobre el edificio equivocado!
Cuando mantenemos las prioridades correctas, descubrimos que todo lo que necesitamos en la vida se encuentra en el Señor.
Empéñate en vivir en su presencia. En Él se encuentran el camino de la vida, la plenitud del gozo y la felicidad eterna.
El precio de la paz
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27)

La paz del Señor es una de las bendiciones más preciosas en la vida. Desde un punto de vista espiritual, fue la sangre de Jesús lo que compró nuestra paz. Pero desde un punto de vista práctico o natural, el precio que tenemos que pagar por la paz, es una disposición de cambiar nuestro enfoque de vida. Nunca disfrutaremos la paz sin la voluntad de ajustarnos y adaptarnos. Tú y yo debemos estar dispuestos a sacrificar la preocupación y el razonamiento si queremos tener paz. No podemos tener ansiedad, frustración, o actitudes rígidas y legalistas, y también disfrutar de la paz de Dios. Concentra tu mente y tu conversación en Jesús – no en el problema- . El afán es inútil, vano, y arrogante. Uno de los ajustes más grandes que tuve que hacer fue bajar la velocidad de mi vida. Es imposible tener paz y estar apurado. Dios no está apurado. Debes estar dispuesta a hacer los cambios que el Espíritu Santo te guíe a hacer, para caminar en paz. Jesús nos ha dado su paz, ¡disfrútala!.

El campo de batalla de la mente
Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. (2 Corintios 10:5)

Según 2 Corintios 10.3-5, la mente es el campo de batalla. Estamos en una guerra espiritual que debemos pelear con armas espirituales. Usando estas armas, refutamos las mentiras del enemigo, los argumentos, las teorías, los razonamientos y cualquier otra cosa que trate de exaltarse en contra de la verdad de la Palabra de Dios. Tenemos que llevar nuestros pensamientos cautivos y no permitirnos el lujo de recibir y meditar acerca de cualquier pensamiento que nos llega a la cabeza. Tenemos que disciplinarnos para "pensar acerca de lo que estamos pensando". Esto requiere de ejercicio y práctica. El arma principal que usamos para la guerra es la palabra de Dios aplicada en varias maneras: predicada, enseñada, cantada, confesada, meditada, escrita, y leída. La Palabra de Dios tiene un efecto purificador en nuestras mentes en todas las formas en que la usamos. Antes tenía una mente negativa, vagando y cuestionando. Ahora, después de muchos años de poner práctica la Palabra, y con la ayuda del Espíritu Santo puedo decir con confianza "Tengo la mente de Cristo (1 Corintios 2.16).

Tú puedes ganar la batalla en tu mente, cada fortaleza puede ser destruida y cada decepción puede ser revelada. ¡No aceptes menos que la libertad total!

Ora así:
"¡Gracias, Señor, por tu Palabra que renueva mi mente y me libera! ¡Tengo la mente de Cristo! En el nombre de Jesús, ¡amén!"

Enviado por Ángela Reinecke

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