-->

viernes, 17 de febrero de 2012



CLAVES PARA UN MATRIMONIO MEJOR


El compromiso es el primer ingrediente necesario para la
longevidad del matrimonio. Pero un matrimonio duradero no es necesariamente un
matrimonio feliz ni siquiera un matrimonio razonablemente bueno. Así
que, ¿qué es lo que sigue? Para responder esto quiero examinar Efesios
4 –no Efesios 5, como tal vez usted espere–. Allí hallo por lo menos
cinco importantes principios –mandatos, en realidad– que fortalecerán
su compromiso hacia el matrimonio y harán que este persista. Pablo
originalmente los aplicó a la comunidad de la iglesia, pero funcionan
bien en muchos otros contextos, especialmente en el matrimonio.
1. Cultive completa sinceridad
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada
uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios
4:25).
La verdad es dura. Es un riesgo. Requiere vulnerabilidad,
confianza y fe. Pero algunas parejas se han cubierto con hojas de higuera, como
Adán y Eva, por tanto tiempo, que casi ni siquiera pueden soportar el
pensamiento de estar desnudos el uno frente al otro. Se han escondido
detrás del engaño por tanto tiempo, que casi ni pueden reconocer la
verdad. ¡Qué triste vivir en una trampa así! Si la verdad nos hace
libres, entonces ningún matrimonio es más esclavo que el matrimonio que
está envuelto es engaños, falsedades y mentiras. Descártelos y decida
hoy empezar a decir solo la verdad.
2. Exprese el enojo de manera apropiada y en el momento apropiado
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre
vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26-27).
Tal vez a usted, como a mí, se le enseñó al crecer que la
ira siempre era pecado. Pero no toda la ira es mala. Debemos enojarnos al ver
que se defrauda a inocentes o se destrozan los buenos valores.
Debemos temblar con cólera cuando vemos que se maltrata a un niño.
Hacer a un lado una seria ofensa de parte de su compañero más cercano,
más confiable – su cónyuge– es una señal segura de que los dos están
desconectados. Un matrimonio que se caracteriza por el mutuo respeto,
da a cada cónyuge suficiente espacio para que exprese sus sentimientos
y emociones de ira. En mi experiencia, manejar la expresión de ira
requiere trabajo en equipo. El cónyuge enojado debe ejercer dominio
propio –”no pequéis”–, en tanto que el otro responde apropiadamente a
las expresiones de ira. La manera más rápida de calmar a un cónyuge
enfadado es escuchar. Esfuércese para oír lo que su cónyuge está
expresando –aunque lo haga pobremente– y muestre empatía.
3. No le robe a su cónyuge
“El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con
sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece
necesidad” (Efesios 4:28).
Un matrimonio incluye más que posesiones materiales. Es
una comunidad de dos, cada uno habiendo intercambiado promesas y expectaciones.
Mi tiempo, mi confianza, mi trabajo, lo mejor de mí
mismo, incluso mi cuerpo le pertenece en parte a mi esposa. Cuando yo
retengo o violo cualquiera de esas cosas, le robo a ella lo que por
derecho le pertenece.
Le robo cuando permito que alguna otra cosa invada el
tiempo que le he prometido a ella. Le robo cuando doy lo mejor de mí mismo a la
iglesia y no dejo nada para ella en casa. Le robo cuando revelo lo que
ella me ha pedido que guarde en forma confidencial. Las parejas se
roban uno al otro al usar egoístamente el dinero de la familia.
Guarde las cosas de su matrimonio que le pertenecen a su
cónyuge. Guárdelas seguras y úselas sabiamente.
4. Cuide escrupulosamente su habla
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino
la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los
oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuiste
sellados
para el día de la redención” (Efesios 4:29-30).
Cada vez que abrimos la boca edificamos o destrozamos a
nuestro cónyuge. Cuando afirmamos o atacamos. Pocas cosas pueden dividirse tan
claramente en categorías de edificantes o pútridas, y nuestra habla es
una de ellas. En forma extraña, nos cuidamos mucho más de hablar
cortésmente a la gente en público que a nuestros cónyuges. ¡Qué triste
es para nosotros, y cómo aflige al Espíritu Santo presenciar eso!
5. Sea amable
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería
y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-32).
Mi hermana Luci parafrasea todas esas palabras de esta
manera: “Simplemente, sé amable”. Eso es algo que todos podemos hacer, es
sencillo. Así es como las personas son transformadas. Así es como
sacamos lo mejor de nuestros cónyuges. Simplemente sea amable.
Tomado del libro: Matrimonio: de sobrevivir a prosperar
de Editorial Grupo Nelson

No hay comentarios:

Publicar un comentario