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lunes, 24 de septiembre de 2012

Matrimonios en el ojo del huracán Parte 2



La historia de la reconstrucción de los muros de Jerusalén, relatada en el libro de Nehemías, nos deja algunos principios útiles para recuperar el terreno perdido en el matrimonio
Un tercer elemento que ayudó a Nehemías en la tarea de reconstrucción fue el poder del entusiasmo. El texto reza: «Y edificamos la muralla hasta que toda la muralla estaba unida hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar» (Nehemías 4.6).

El entusiasmo es un arma

El Señor está buscando matrimonios con buen ánimo, matrimonios con ganas de trabajar. No obstante, cuando uno anda mal en el matrimonio, se queda esperando que su cónyuge cambie, que la iniciativa la tome el otro. Lo interesante es que la otra persona está esperando lo mismo de nosotros. La estrategia principal del enemigo es lograr que cese la obra de reconstruir los matrimonios, de rescatar a las familias para el reino de Dios.

El cambio viene cuando yo decido llenar mi mente con pensamientos me animen a la santidad, pues así exhorta el apóstol Pablo: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad» (Fil 4.8). En ocasiones necesitamos mirarnos en el espejo para ¡practicar una sonrisa! Les confieso que yo me he propuesto, en mi corazón, vivir con una actitud positiva, de victoria. Anhelo la santidad, porque la Palabra afirma que la santidad nos viste de hermosura, a diferencia del legalismo, que trae aparejado un espíritu negativo. Si nos sumergimos en la voluntad de Dios aun las situaciones más traumáticas de la vida se convertirán en testimonios de bendición.

La perseverancia es clave

El cuarto paso que dio el pueblo que estaba con Nehemías es el siguiente: «Entonces oramos a nuestro Dios, y para defendernos montamos guardia contra ellos de día y de noche» (4.9). El pueblo de Dios, fortalecido por su fe, había llegado a levantar las murallas hasta el punto que «los portillos» ya se podían cerrar (7). Al ver esto los enemigos de los judíos se encolerizaron en gran manera y conspiraron contra Dios. Algunos, que han avanzado cierto trecho en el reino de Dios, se preguntan por qué les está yendo mal, por qué experimentan tristeza y aflicciones. El hecho es que cuando llegamos a Cristo nos abrazamos de tal manera a él que, así como se comenzaron a construir los muros de protección, se van cerrando, lentamente, las puertas por las que el enemigo solía filtrarse. Esto, sin embargo, provoca la cólera del enemigo, y, entonces, empieza a conspirar contra nosotros. Algunos se asustan y se confunden, y acaban por abandonar su avance hacia la santidad. Es muy fácil creer, en este punto, que el esfuerzo invertido no ha valido la pena.

Cuando hemos avanzado un buen trecho por el camino de la reconstrucción de nuestro matrimonio y el enemigo ya no cuenta con la absoluta libertad para obrar contra nosotros su maldad, podemos llegar a experimentar la cólera, la locura y el complot del enemigo contra nuestra vida. Es en este momento que podemos sentirnos más tentados a abandonar el proyecto. Se instala en nosotros la convicción de que nos equivocamos de camino, de que la esperanza de que todo cambiara era falsa.

También es verdad que después de tanto esfuerzo el pueblo había llegado al cansancio, tal como narra el versículo 10: «Desfallecen las fuerzas de los cargadores, y queda mucho escombro; nosotros no podemos reedificar la muralla». Habían logrado grandes avances, pero también el cansancio había ganado terreno. Ante esta realidad los enemigos amenazaban: «No sabrán ni verán hasta que entremos en medio de ellos y los matemos y hagamos cesar la obra». La estrategia principal del enemigo es lograr que cese la obra de reconstruir los matrimonios, de rescatar a las familias para el reino de Dios.

Observamos también que el enemigo ganaba terreno por su insistencia. «Y sucedió que cuando los judíos que habitaban cerca de ellos vinieron y nos dijeron diez veces: Subirán contra nosotros de todo lugar de donde os volváis» (12). A veces podemos resistir las primeras insinuaciones del enemigo de que nuestra situación no tiene arreglo, que trabajamos en vano. Pero cuando la mentira se repite una y otra vez acabamos por creerla y cesamos en nuestro cometido. El mismo dictador Adolfo Hitler conocía esta estrategia, pues afirmaba que cuando una mentira se repetía muchas veces el pueblo acababa creyendo que era verdad. Utilizó esta estrategia para llevar a todo un pueblo a la ruina. Cuando el diablo nos repite una y otra vez que nuestro destino es el fracaso, acabamos creyendo sus mentiras y nos rendimos. Estas mentiras ejercen más poder de convencimiento en nuestra vida cuando nos encontramos desgastados.Las personas, cuyo matrimonio acabó en el divorcio, primeramente tuvieron que aislarse uno del otro. Una vez aislados, se quiebran.

La fuerza está en el pueblo

El pueblo que estaba con Nehemías no aceptó un destino de destrucción. El enemigo quiso amedrentarlos:«Subirán contra nosotros de todo lugar adonde ustedes se vuelvan» (12). Es decir, sin importar de qué parte del mundo hubieran llegado las personas que venían para reedificar los muros, todos terminarían mal. Eso no es otra cosa que una maldición, algo que el enemigo pronuncia continuamente. Por esto, necesitamos recibir de Dios un espíritu de discernimiento en el que podamos percibir las formas en que opera esta maldición en nuestro matrimonio. Si no poseemos discernimiento, comenzamos a actuar con actitudes de sospecha y celos que no proceden de Dios, los cuales instalan en el hogar una atmósfera contaminada y maliciosa.

Nehemías también echó mano de las familias para fortalecer los puntos vulnerables. Ha llegado un tiempo en el que la Iglesia volverá a ser construida sobre matrimonios fuertes y sanos. La preocupación de los líderes será por el estado de las familias que conforman la congregación.
La clave del futuro de nuestros países está en la Iglesia, y la clave del futuro de la Iglesia está en los matrimonios. Si construimos hogares sanos edificaremos una iglesia sana, y solo una iglesia sana puede impactar a la sociedad.

En este momento, mi esposa y yo estamos escribiendo un libro titulado: Cuando la santidad aterriza en casa. Aborda un tema mucho más profundo que ser buenas personas. Desafía a los integrantes del matrimonio a que se atrevan a ejercer la autoridad que ya gozan sobre el enemigo y se animen a ocupar el lugar al que Dios los ha llamado.

Las personas, cuyo matrimonio acabó en el divorcio, primeramente tuvieron que aislarse uno del otro. Una vez aislados, se quiebran. Es muy difícil, no obstante, quebrar un matrimonio que está correctamente integrado en la iglesia. En la iglesia cultivamos lo que practican los pingüinos con sus crías. Tomamos a los más jóvenes y débiles y los ubicamos en medio, para luego rodearlos en un círculo de amor.

Conclusión: Dios nos llama a renovar nuestro matrimonio. Las relaciones en el matrimonio no deberían ser un castigo sino una bendición. No se encamina al éxito al matrimonio con la santidad, sino con la fe. Con la santidad lo mantenemos y bendecimos. No obstante, en el matrimonio se libran ciertas batallas de las que solamente se consigue salir victorioso por medio de la fe. Cada vez que nos arrodillamos para orar, el enemigo tiembla, porque ve en nosotros una postura de sumisión a la autoridad del Señor. Vendrá el día en que otros se maravillarán de la excelencia de los matrimonios dentro de la iglesia, porque se relacionarán de una manera enteramente diferente a los matrimonios que no conocen a Cristo

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