Cuando la verdad desenmascara el error, los que se
encuentran expuestos a ella se ponen muy nerviosos, como dos hermanos cuya
historia leí recientemente. Eran dos hermanos ricos. También eran malvados.
Ambos vivían de manera perversa e inútil, usando su riqueza para cubrir el lado
negro de sus vidas. Sin embargo, en la superficie, pocos podrían haber
adivinado aquello, ya que estos consumadosartistas de la simulación
asistían a la iglesia todos los domingos y contribuían con grandes sumas
de dinero para varios proyectos relacionados con ella. Entonces la
iglesia llamó a un nuevo pastor, un joven que predicaba la verdad con celo y
valor. Como era un hombre de penetración y fuerte integridad, este joven pastor
también había captado la hipocresía en los estilos de vida de los dos hermanos.
De repente, murió uno de ellos y el joven pastor
fue invitado a predicar en el funeral. El día antes, el hermano sobreviviente
llevó a un lado al predicador y le dio un sobre. “Aquí hay un cheque bastante
grueso como para pagar todo lo que usted necesita para un nuevo templo”
-murmuró-. Todo lo que necesito es un favor: diga a la gente que esté en el funeral,
que mi hermano fue un santo. El pastor lo prometió: haría exactamente lo
que le pedían. Esa tarde depositó el cheque en la cuenta de la iglesia. Al día
siguiente, estaba delante del féretro en el funeral y dijo con firme
convicción:
”Este hombre era un impío pecador, malvado
hasta el fondo. Era infiel a su esposa, malhumorado con sus hijos, implacable
en sus negocios e hipócrita en la iglesia, pero comparado con su hermano, era
un santo”.
Suena muy gracioso ¿verdad?, Pero, ¿de dónde viene
la palabra “hipócrita”? Cuenta la historia, que en la antigüedad existió un tal
Hipócrates que fue el organizador del teatro, y ustedes conocen la imagen de
una máscara sonriente y una máscara triste; eso lo introdujo Hipócrates, y él
dio su nombre a los actores que se llamaban “hipócritas”. Un actor en la
antigüedad era alguien que usaba una máscara y representaba un papel, con el
objetivo de convencer al otro. Justamente un buen actor, un buen “hipócrita” es
el que convence al otro de algo. En el principio ser un buen hipócrita, un buen
actor no era algo malo; sin embargo la palabra, con el correr del tiempo,
terminó siendo una palabra negativa porque es alguien que simula. Decirle hoy a
alguien que es un hipócrita, es algo negativo.
En la historia bíblica se menciona a un hombre llamado
Jeroboam, que usaba máscaras y también se las hacía poner a su esposa, pues él
no quería ser el único “simulador” en el escenario de la vida. Pero un día un
gran problema, lo superó y decidió buscar la ayuda de Dios, pero de una
manera muy extraña.
“En aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó
enfermo y dijo Jeroboam a su mujer: Levántate ahora y disfrázate, para que
no te conozcan que eres la mujer de Jeroboam, y ve a Silo; porque allá está el
profeta Ahías, el que me dijo que yo había de ser rey sobre este pueblo”.
Esta mujer obedeció a su marido poniéndose un
disfraz para que nadie la reconociera, el profeta al cual ella iba a consultar estaba
ciego pero Jehová le avisó que ella estaba viniendo a verlo y que venía
disfrazada. Al escuchar el profeta el sonido de los pies de la mujer
dijo:
“Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te finges
otra?”
Sin duda todos en la vida nos hemos relacionado
con personas que nos sugirieron “disfrazarnos”. En lo personal lo viví dentro
de mi familia, en el trabajo y aún en la iglesia; ya que todos estos ámbitos
están formados por hombres y mujeres imperfectos, por ello, no es nada
raro que esto suceda. Pero si te acostumbras a fingirte otra persona, la cosa
cada vez se va a poner más difícil. Porque las máscaras necesitan cada vez más
máscaras para poder sostenerse.
En el caso de este rey, él quería conseguir una
respuesta de un hombre de Dios, pero de una manera encubierta, no era
transparente su forma de proceder, manifestó su intensa ansiedad como padre y
su astuta política como rey apóstata. No quería que se supiera que consultaba
al Dios verdadero en vez de a sus ídolos, por temor de poner en
peligro su sistema político, por eso le dijo a su mujer: “disfrázate para que
no te conozcan que eres la mujer de Jeroboam”.
A veces las mujeres accedemos a pedidos insólitos,
porque justamente quien nos lo pide es alguien al cual estamos ligadas por un
profundo sentimiento, y “no podemos decirle que no”. Pero esto lo único que
produce en nuestras vidas es una profunda tristeza, porque todavía no
aprendimos a decir “no”.
Entonces empezamos a usar disfraces que otros
confeccionaron para nosotras, siempre nos terminan convenciendo y terminamos
cediendo. Pero debemos ser conscientes de lo que esto produce, no es algo para
desestimar.
-irás perdiendo tu identidad; porque el profeta le
dijo: “mujer de Jeroboam”, la asoció con el marido que era un engañador (como
Ananías y Safira que mintieron al Espíritu Santo).
-traerá vergüenza a tu vida; porque el profeta al
reconvenir a la mujer, la trató de mentirosa. Le hizo una pregunta: “¿por
qué?”, la misma pregunta te tienes que hacer a ti misma: ¿por qué siempre hago
lo que otros me dicen, cuando en realidad no quiero hacerlo?
-si tienes hijos, ellos te verán, como una madre
de “doble ánimo”, por lo tanto no podrán confiar en ti.
-y tú misma no podrás disfrutar de tu vida, por
vivir siempre complaciendo a otros, a costa de lo que sea.
Apenas ella entró a la casa de Ahías, él le
profetizó, diciéndole que Dios ya no quería tener más trato con
Jeroboam, por varias razones, y una de ellas era algo que había hecho el
marido, que ofendió mucho al Señor; le dijo: “tu marido echó tras sus
espaldas a Dios” o sea lo había dejado, lo había ignorado por
completo, y la mujer también era partícipe de esta traición.
¿Cuántas veces nosotras también hacemos lo mismo?
Nos movemos sólo por nuestrossentimientos, le dedicamos tiempo a un montón de
gente, estamos atareadas y llenas de actividades, pero ignoramos a Dios, y
en el fondo de nuestro corazón lo sabemos. Pero, es como que se nos
“hace una carga” tener que dedicarle un ratito de nuestro tiempo, es que de
nosotras dependen tantas cosas, que si paramos, “todo a nuestro alrededor se
derrumbaría”, pensamos que somos indispensables, y al fin y al cabo terminamos
el día sin haber hecho lo más importante; no buscamos esa enseñanza que el
Señor tiene para nosotras, que es la mejor parte y la que nos va a servir, para
poder organizarnos durante el resto del día, para ser sabias al tomar
decisiones, para saber priorizar, sin darnos cuenta “echamos tras nuestras
espaldas a Dios”.
Dice el proverbio: “El que anda con sabios, sabio
será”, por eso tienes que juntarte con otras mujeres que tengan un verdadero compromiso con Dios,
que te pueden bendecir, que serán una inspiración para tu vida, que te
impulsarán a buscar más deDios. Y desligarte de aquellas personas que lo único
que buscan de ti, es usarte para sus propios fines, pero que no tienen un
verdadero interés por tu vida, de esos ¡aléjate!
Nuestro ser es como una casa que tiene muchas
habitaciones, si yo le abro la puerta de alguna de ellas al diablo, él
inmediatamente va a tomar el control de esa área de mi vida. Por eso hay gente
que siendo creyente tiene muchos conflictos, porque le abrió una puerta al diablo,
le dio permiso para que entre y gobierne esa área de su vida, que no se la ha
entregado a Dios.
Hoy el Espíritu Santo te dice: ¿Por qué te finges
otra? No fuiste hecha para vivir ocultándote de la Presencia de Dios.
Fuiste creada para vivir una vida plena en Cristo, para proyectarte, para
establecer principios que marquen la vida de tu familia, y de quienes estén cerca de
ti, y lo harás con tu ejemplo, más que con tus palabras.
Hoy el Señor te dice: “Yo voy a cumplir tus
sueños y tus deseos; pero tienes que ser tú misma, tienes que dejar de jugar a
ser otra. Para que cuando las personas te miren, no vean una imagen falsa de
ti, sino que tu vida sea como un espejo para otros, que pueda traslucir a una
mujer firme, segura y completa, en donde otros vean la imagen de Dios,
reflejada en ti”.
Autora: Silvia Truffa
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